Los Tiempos
Un estruendo de la nada, a las 22:00 aproximadamente, fue el inicio de uno de los peores desastres urbanos que vivió la capital cruceña. El edificio multifamiliar Málaga, aún en construcción en la calle Monseñor Salvatierra, se vino abajo y atrapó en su violenta caída a por lo menos 17 personas, de las cuales hasta el cierre de esta edición nueve están a salvo y recuperándose de la tragedia vivida.
El edificio tenía 43 departamentos y tres locales comerciales. Sólo le faltaba la obra fina.
Lo ocurrido movilizó a la Policía, la Gobernación, la Alcaldía y a los grupos de rescatistas voluntarios, que a riesgo de sus vidas aún están metidos en medio de los escombros que dejó el siniestro con la caída de nueve pisos, tratando de encontrar a los que el destino les permita salir airosos de este hecho.
“Mi hermano está allí, tengo que entrar a sacarlo”, gritaba desconsolado Luis Alfredo Rojas Frías, un joven que también trabajaba en la obra y que por aquellas cosas del destino salió a buscar ayuda de más obreros y se salvó de ser aplastado por el concreto.
A decir de este muchacho, que no encontraba consuelo, cuándo él regresó de una obra cercana a la que fue a pedir ayuda, todo ya había pasado. El humo de los materiales destrozados y algunos gritos sofocados por la tierra, era lo único que quedó en el lugar.
Luego, a los pocos minutos, las sirenas de las ambulancias y el murmullo de las cientos de personas que llegaron, llenaron el ambiente.
El rescate comenzó cerca a las 22:30. La Policía fue la primera en evacuar a los heridos, que aún en shock por lo sucedido, no daban crédito a lo que sus ojos veían.
Uno de estos sobrevivientes fue Óscar Encinas N., que había llegado a la obra acompañando al ingeniero Luis Camacho. El objetivo era buscar soluciones a los agrietamientos que ya se habían detectado en la parte inferior de la construcción.
Fue precisamente la información que proporcionó Encinas, lo que permitió a los rescatistas preparar las tareas de ayuda. Una forma que se encontró para hallar a los desaparecidos, fue llamar a sus teléfonos celulares y saber si estaban aún con vida.
En la zona del desastre no se habla de otra que no sea fe y esperanza y las familias esperan angustiadas noticias de sus seres queridos, que hasta el cierre de esta edición aún ocho se reportaron como desaparecidos .
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